“Es muy triste porque el que se muere sabemos que está ahí, pero el que desaparece… a nadie le interesa”, reflexiona María Ester Trujillo, siete años después de perder a su hermano y sin un solo rastro que le permita encontrarlo.
Manuel Francisco Trujillo tenía 55 años cuando lo vieron por última vez. Llevaba 35 años como empleado de la empresa Calsa y al momento de su desaparición, el 2 de febrero de 2007, se encontraba de vacaciones. Por eso sus hermanos tardaron 10 días en advertir que algo le había pasado.
Una tarde tomó un colectivo en la localidad de Ohuanta para dirigirse a la capital. Nunca volvió. “Él nos había comentado que se quería ir de vacaciones a Salta, por eso no nos dimos cuenta. Pero 10 días después llegó su pareja llorando porque mi hermano no aparecía”, recuerda María Ester.
Al principio lo buscaron todos: la Policía, la Justicia, el Estado. Pero, con el tiempo, sólo la familia se acordó de él. “Nos sentimos abandonados por parte del Estado porque siempre están con el último tema y se olvidan de nosotros, les da lo mismo”, reniega la mujer.
La desaparición de Manuel les cambió la vida por completo a ella y a sus nueve hermanos, que dejaron todo por encontrarlo. “Ante lo mínimo que nos enteramos salimos desesperados a buscarlo, no importa de dónde sale el dinero”, afirma, y confiesa que muchas veces tuvieron que pedir préstamos para movilizarse. “Nos metimos cuántas veces a los matorrales -continúa- y viajamos a todos lados, no tenemos paz ninguno de los 10 hermanos”.
María Ester está dolida. No sólo porque le falta Manuel, sino porque se siente ignorada. “¿Qué son las personas que desaparecieron para el Estado? No entiendo ese desinterés. Hasta el día de hoy lo seguimos buscando, mirando las caras de la gente en la calle. Pero para ellos es un tema olvidado”, se queja la mujer.
Manuel no tenía problemas de salud ni adicciones. “Al contrario, era una persona llena de proyectos. Estaba en pareja y vivía con mi padre. Éramos muy unidos”, recuerda su hermana, que no pierde la esperanza de encontrarlo.